El Índice de Percepción de la Corrupción 2014 no muestra movimiento significativo en las calificaciones de los países de la región. Para los más sínicos, esto es una buena señal pues siempre existe la posibilidad de retroceder, de estar peor. La realidad es que esto no es buena noticia, pues cada año que pasa y las cosas no mejoran, es un año perdido en el proceso de fortalecimiento de las instituciones del estado y en la mejora en la calidad de vida de los habitantes.
¿Qué está pasando? Si bien no hay una respuesta única para todos los países, en general parecería que quienes son tradicionalmente vistos como “los malos” o “feos “de la historia, los políticos, funcionarios públicos y algunos empresarios que negocian ilegalmente con ellos, siguen el camino que usualmente han promovido: llevar a cabo algunas reformas anticorrupción puntuales para mostrar que se está haciendo algo, pero no avanzan con temas clave. Esto ha permitido un aumento en la cantidad de países que han adoptado leyes de acceso a la información pública, mejorado sus sistemas de compras públicas o que se suman a iniciativas internacionales como el Open Government Partnership, entre otras. Todo ello es muy positivo, sin embargo, los grandes casos y escándalos que involucran a gente vinculada a las altas esferas del poder en las Américas, siguen siendo muy frecuentes.
Esto lo ejemplifican muy bien Brasil (calificación de 43, en una escala de 1 a 100) y México (35). El caso Petrobras en Brasil, donde miles de millones de dólares son saqueados de la principal empresa del país para llenar las arcas de partidos políticos y algunas manos privadas, y, la matanza de más de 40 estudiantes en Iguala, México, donde se puso en evidencia como la corrupción permite a bandas criminales capturar instituciones públicas; son solo ejemplos recientes que sirven como recordatorio de la falta de avances significativos en la región. Estos dos países en lugar de hacer uso positivo de su influencia como líderes geopolíticos, parecería que se esmeran por mostrar estancamiento e incluso retroceso al permitir el abuso del poder y el saqueo del país. De manera similar Guatemala, país que aunque tiene una ligera alza en su calificación este año (32), esto no le alcanza ni para igualar la nota que logró en el 2012.
Por ello, entre las muchas cosas que se deben hacer de manera prioritaria para generar cambios significativos en la región se encuentran:
- Poner un alto a la impunidad ante casos de corrupción, dejando de politizar y permitir los sobornos en instituciones policiales y de impartición de justicia. Además, se deben crear mecanismos que protejan y permitan a las personas alzar la voz y actuar contra la corrupción. El poder recobrar la credibilidad y confianza ciudadana por las instituciones encargadas de hacer cumplir la ley es clave para disminuir la inseguridad en la región.
- Abrir al escrutinio público el financiamiento de la política, para que se sepa quién financia y por qué montos a que candidatos y partidos políticos. Esta medida además ayuda a dificultar la entrada de dinero del crimen organizado en la política e instituciones del estado.
- Abordar el problema de la desigualdad incorporando la transparencia como elemento central en las inversiones sociales, de manera que los apoyos a los más pobres se distribuyan donde son necesarios y no con criterios políticos.
- Creando registros públicos de quienes son los dueños de las empresas, para prevenir que los corruptos se escondan detrás de empresas secretas, laven dinero y huyan con sus ganancias ilegales.
Esta realidad de los gobernantes de dar pequeños pasos hacia adelante pero seguir abusando del poder es triste, pero no me sorprende. Lo que si me sorprende es la aún escaza presencia del actor que tiende a auto-percibirse como el “Bueno” de la película: las personas. Ya seamos ciudadanos, empresarios, deportistas, estudiantes, o cualquier otro grupo, tendemos a vernos más como víctimas pasivas que sufren de la corrupción que hacen otros. Pero, si llevamos años observando la conducta de algunos políticos, partidos, funcionarios y empresarios asociados a ellos que abusan del poder, ¿no será que la resignación y pasividad de los habitantes de este continente es parte del problema y por ello no mejoramos?
Parece un sinsentido que dejemos en las manos de unos cuantos gobernantes las reformas y acciones anticorrupción. Al hacerlo estamos asumiendo que las medidas que instalan van a cambiar las prácticas ilícitas automáticamente. No es realista asumir que aquellos que se benefician de la corrupción van a ser quienes se encarguen de eliminarla. Si pensamos así, si no actuamos, estamos en riesgo de pasar a ser parte de “los Malos” y “Feos”.
Somos responsables en diferentes niveles:
- Cuando somos parte de una transacción corrupta. Es igual de culpable quien le paga un soborno a un policía como el policía mismo.
- Cuando premiamos a los corruptos. Bajo la frase popular “roba pero hace” es muy común ver enormes cantidades de ciudadanos que al votar en elecciones están dispuestos a votar a un candidato que, a pesar de ser conocido por sus abusos, éstos se ignoran a cambio de ofertas populistas. Por el contrario, debemos ser los primeros en premiar a los honestos y castigar a los corruptos.
- Cuando hay apatía o inacción. Cuando el nihilismo se apodera de las personas, cuando el ciudadano abdica su capacidad de generar cambios hacia lo que considera inevitable, una especie de factor genético o cultural que se ve reflejado en la frase popular “y yo que puedo hacer, si así somos”.
Si queremos reflejar mejor el título de la película western clásica “el Bueno, el Malo y el Feo”, más que lamentarnos y esperar a que voluntariamente “el Malo” deje de ser malo y “el Feo” feo, asegurémonos que más personas se unan a los Buenos para ponerle fin a la corrupción y a la impunidad en las Américas.
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