En América Latina la corrupción policial es endémica. Según los datos arrojados por el Barómetro Global de Corrupción 2010 de TI, dos de cada diez latinoamericanos encuestados pegaron un soborno en un periodo de 12 meses.
En ese sentido, no es de llamar la atención que dos colegas que trabajan en Transparency International se han enfrentado a situaciones de este tipo. A continuación dos anécdotas de los miles o millones de casos que suceden anualmente en la región y que involucran a la policía. Read this article in English here.
Alejandro Salas, Director para las Américas – México:
Aun recuerdo cuando vivía en la Ciudad de México hace ya varios años, un diálogo con un policía de tránsito una tarde en que manejaba y accidentalmente no paré en un semáforo en rojo. El diálogo fue algo así:
Policía de transito (PT): “Joven, se paso la luz roja. ¿Qué paso, no se dio cuenta? Así no se maneja, no ve que pone en riesgo su vida y la de los demás.”
Yo: “Sí, lo siento oficial, yo la vi amarilla, pero si usted dice que estaba en rojo, pues ni modo, cometí una falta.”
PT: “Ahora tiene un problema. Lo voy a tener que multar y ya sabe que engorroso es eso: tendrá que venir conmigo a la delegación policial, voy a tener que llevar su automóvil al corralón, y pagar la multa, que es muy cara. ”
Yo: “Pues si cometí la falta, tendré que pagar la multa.”
PT: “Pero no se angustie joven, podemos arreglarlo más fácil y rápido, y hasta le sale más barato si me da a mi el dinero.”
Yo: “Pero si me pase el semáforo en rojo, pues pago la multa y me esforzaré para que no pase de nuevo.”
PT: “Pero joven, ¿no ve que perderá tiempo, y le saldrá más caro? Arréglese conmigo y le hago un descuento.”
Yo: “Está bien. Por favor, múlteme, y ahí lo dejamos.”
PT: “Insisto, joven, no le conviene. Mejor nos arreglamos y le hago el favor.”
Yo: “Se lo agradezco mucho oficial, es muy amable, pero por favor múlteme.”
Después de 10 minutos más de argumento…
PT: “Bueno joven, pues ya no le voy a insistir, váyase.”
Yo: “¿Pero no me va a multar? Lo merezco, cometí la falta.”
PT: “No, joven, usted me cae bien y ya perdimos mucho tiempo. Siga adelante, y maneje con cuidado.”
Luciana Torchiaro, voluntaria trabajando en seguridad y transparencia – Argentina:
Tenía 6 años y recuerdo que íbamos de vacaciones en el auto del novio de mi tía de aquel entonces hacia Mar Azul, una playa que queda en la Provincia de Buenos Aires. Por un supuesto exceso de velocidad, – difícil de comparar, pues a principios de los 80 no era frecuente el uso de radares-, nos paró la policía y un agente nos quiso aplicar una multa.
El conductor estaba convencido de que no habíamos sobrepasado los límites permitidos de velocidad y comenzó a discutir al respecto con el oficial, quien al cabo de unos pocos minutos sugirió que el asunto podría arreglarse fácilmente y con beneficios para todos. En otras palabras, el policía propusó cancelar la infracción a cambio de dinero. El conductor se rehusó a aceptar el trato, pues estaba seguro de que él no había cometido tal infracción. Además, en Argentina es popularmente sabido que los policías durante el mes de enero (verano) “hacen temporada” en la ruta que va desde la Capital Federal hasta la Costa Atlántica para obtener “recursos extraoficiales” y complementar así su sueldo.
Después de un ir y venir con argumentos, el ex de mi tía, quien no fue tan integro como vimos en el ejemplo de México, y ante la insistencia del oficial propuso una solución intermedia al asunto y dijo: “¿qué les parece si les doy T-shirts de mi negocio (él era fabricante de ropa) para todos ustedes y sus familias?” Recuerdo como se le iluminaron los ojos a los oficiales, estaban literalmente fascinados con la propuesta. Aceptaron el trueque y nosotros seguimos adelante en la ruta no solo como si nada hubiese pasado, sino con una sonrisa por el éxito obtenido en la negociación. Hoy pienso que la escena es patética.
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Los actos de corrupción menor, es decir el abuso cotidiano de poder por parte de policías de bajo y mediano rango al interactuar con ciudadanos comunes, como los ejemplos que acabamos de describir, parecen en principio hechos simples e intrascendentes.
Un ciudadano puede pensar “si le doy ocho dólares a un policía para salir de un apuro… no le hago daño a nadie”. Sin embargo, la multiplicación de este tipo de conductas, es decir de policías que proponen o que aceptan sobornos por parte de los ciudadanos que quieren obtener un beneficio o evadir la ley, tiene a la larga un alto impacto en la institución y la vigencia del estado de derecho.
Cuando un policía comete un acto de este tipo no sólo no cumple con su función y su tarea de hacer respetar la ley, sino que ejecuta una acción ilícita y antitética, pues está violando o evadiendo reglas y leyes vigentes.
Para mas detalle sobre el impacto de la corrupción policial en la sociedad haga click aquí y sobre como enfrentarla aquí.
Si he vivido experiencias similares, comparta con nuestros lectores anécdotas de corrupción policial en la sección comentarios.